El encuentro entre dos familias: cuando el relevo también cuida.
Dos familias.
Una niña , niño o adolescente en el centro.
Y una oportunidad única para que ese cambio no sea ruptura, sino acompañamiento.
Cuando una familia acogedora y una familia adoptiva se encuentran desde el respeto y el cuidado, el menor no queda atrapado entre dos mundos, sino sostenido por ambos.
El Protocolo de Transición de Acogimiento a Adopción, elaborado por CORA y ASEAF, reconoce la importancia de que las familias implicadas se conozcan, cooperen y compartan información relevante para el bienestar del menor. No como un acto simbólico o emocional, sino como parte esencial del proceso.
¿Cómo se construye el vínculo entre las dos familias?
No se trata de que las familias se hagan amigas, ni de que compartan una visión idéntica.
Pero sí se trata de entender que, por un tiempo, ambas forman parte de la historia de ese menor, y que colaborar entre ellas puede marcar la diferencia.
✔️ Intercambiar información relevante (rutinas, miedos, estrategias de acompañamiento)
✔️ Compartir detalles que ayuden a construir continuidad afectiva.
✔️ Validar la historia anterior del menor y darle valor ante la nueva familia.
✔️ Poner el foco en el menor, no en las diferencias entre los adultos.
El papel de la familia acogedora como puente emocional.
Quien ha cuidado a un menor durante meses o incluso años le conoce profundamente.
Puede anticipar sus reacciones, saber cómo consolarle, cómo tranquilizarle o qué le genera ansiedad.
Esa información es clave para quien lo recibirá.
Esa figura es fundamental para ayudar al menor a pasar de un lugar seguro… a construir otro.
El protocolo destaca que la familia acogedora no desaparece sin más, sino que puede y debe actuar como un puente:
✔️ Haciendo la transición más suave.
✔️ Validando la nueva etapa sin invalidar la anterior.
✔️ Dando permiso al menor para querer de nuevo, sin culpa.
¿Cuándo y cómo deberían producirse los encuentros?
El protocolo recomienda que el contacto entre ambas familias:
✔️ Se produzca de forma progresiva y adaptada a la edad del menor
✔️ Esté acompañado por profesionales
✔️ No se limite a lo burocrático: debe haber un espacio emocional real
✔️ Sirva para crear continuidad, no ruptura
Esto implica que los encuentros no sean simples entregas impersonales.
Un cambio de vida no puede parecerse a recoger un paquete.
¿Qué pasa cuando no hay encuentro o es frío y mecánico?
Cuando no se produce un intercambio real, o cuando se hace de forma abrupta y sin implicación emocional:
✔️ El menor puede sentir que su historia se borra.
✔️ La familia adoptiva recibe al menor con un vacío informativo.
✔️ La familia acogedora se ve excluida, y el duelo se vuelve más complejo.
✔️ Se pierde la oportunidad de transmitir confianza al menor en el nuevo entorno.
Una transición respetuosa no es solo un derecho del menor, es un acto de humanidad y coherencia.
Construir ese puente entre familias es parte del cuidado.
Y cuando ese encuentro se hace bien, el menor no pierde una familia: gana la seguridad de no haber sido dejado atrás.
¿Y después de este encuentro… qué pasa?
La transición no termina cuando el menor llega a su nuevo hogar.
Acompañarle en los primeros días, meses o incluso años tras la adopción es igual de importante.
De eso hablaremos en el próximo artículo: la importancia del acompañamiento postadoptivo.
💙 Porque proteger a la infancia tutelada también es cuidar sus transiciones.
📘 Con contenido trabajado a partir del Protocolo de Transición de Acogimiento a Adopción, elaborado por CORA y ASEAF.