La importancia de los psicólogos en los centros de acogida
En los centros de acogida no solo hay camas, horarios y normas.
Hay historias.
Historias que a veces nadie ha escuchado.
Historias que no se cuentan en voz alta, pero que se sienten en la forma en que un niño mira, reacciona, se protege o se aleja.
Por eso, hablar de acogimiento también es hablar de salud mental.
De acompañar, de comprender, de cuidar más allá de lo visible.
Y ahí, la figura del psicólogo no es secundaria: es fundamental.
Heridas que no se ven, pero duelen
Muchos de los niños y niñas que viven en centros de acogida han atravesado situaciones de abandono, negligencia o maltrato.
Han sido separados de su familia, a veces de golpe, a veces después de años de sufrimiento.
Y, aunque estén en un entorno seguro, el impacto emocional de todo eso no desaparece por arte de magia.
Un psicólogo es, muchas veces, la primera persona que les ofrece un espacio donde pueden empezar a entender lo que sienten sin miedo a ser juzgados
Un espacio para ponerle palabras a lo que pesa
Hay menores que llegan con rabia. Otros con una tristeza que no saben explicar.
Algunos tienen ansiedad constante, otros se aíslan. Algunos sonríen siempre… como si así pudieran evitar que los vuelvan a dejar atrás.
El trabajo del psicólogo consiste en acompañar esas emociones, en ponerles nombre, en ofrecer herramientas para sostenerlas.
Ya sea a través de terapia individual o grupal, su labor es dar sentido a lo vivido y devolver al menor una narrativa en la que no sea culpable de nada.
Porque comprender lo que te ha pasado es el primer paso para sanar.
Acompañamiento también para quienes cuidan
El psicólogo no trabaja solo con los menores. También apoya a los equipos que los cuidan a diario.
Y eso es clave.
👉 Forma al personal del centro en gestión emocional
👉 Les ayuda a interpretar ciertas conductas desde la comprensión, no desde el castigo
👉 Y contribuye a crear un entorno más empático, coherente y seguro
Preparar transiciones, no solo despedidas
Cuando un menor se prepara para ir a una familia de acogida o adopción, el papel del psicólogo es aún más delicado.
Evalúa, escucha, orienta.
No solo ayuda al niño o niña a entender lo que va a pasar, también acompaña a la familia receptora.
Porque el cambio no es solo logístico: es emocional, profundo, lleno de dudas y de expectativas.
Un buen acompañamiento puede marcar la diferencia entre una transición vivida con dolor y una vivida con confianza.
Por qué su presencia marca una verdadera diferencia
La salud mental en el acogimiento no debería ser un privilegio ni una excepción.
Debería ser parte del cuidado integral.
Y para eso, los psicólogos son imprescindibles.
Su presencia marca la diferencia entre sobrevivir y poder empezar a vivir.
Entre sentirse un expediente más… o alguien que, por fin, puede decir:
“Alguien me escuchó. Alguien me entendió. Alguien me acompañó.”